sábado, 10 de octubre de 2009

Qué hora es en el paraíso?

Llegué a mi casa, sola, después de caminar esas -inmensas e interminables- diez cuadras, en zig zag, cambiando eternamente la dirección, el eje, el fin.
Entré pensando solo en sacarme la ropa, escuchar a Pink Floyd y quedarme dormida, al fin dormida; dormida la mente, dormida la piel, dormido el corazón y el alma.

En el piso del comedor quedaron el pantalón y la remera pintada a mano con tanto esmero, con tanto tiempo, con tanta dedicación para terminar así, como todo -pienso...-, arrugada y olvidada en un comedor.

Mientras llegaba a mi habitación, después de atravesar el largo pasillo a oscuras, terminé de sacarme la poca ropa que me quedaba. Abrí el placard, con la intensión de encontrar aquella remera negra, nacida hace más de diez años, aquella remera-trapo-piyama, con banderas en blanco y un PR grabado en la espalda.
Pero antes encontré esa remera, tu remera, nuestra remera... Verde, colgando de la tercera o cuarta percha de mi armario, pegada a una remera azul, azul marino, azul alegría... tan azul... que también hace mucho que no uso, que no miro, que no recuerdo...

Firme, esperándome, estaba tu remera; me la puse y me miré al espejo... Ahí estaba yo, la yo que soy de verdad, la yo que soy cuando te quiero, cuando te extraño, cuando estás al lado mío.

La yo que soñaste, la yo que quisiste querer... y no pudiste.



· Julieta Ceballos
Princesa Roja

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