sábado, 31 de octubre de 2009

La náusea de la humanidad

Zigzagueó desde el borde de la cama hasta sus labios, se detuvo por momentos; contemplando, observando, lamiendo, devorando.
Se arrastró sobre el colchón y se enredó en las sábanas insinuando un capullo, se encerró hilando su baba como un gusano de seda en plena metamorfosis para asomar luego por debajo de la almohada con los ojos rojos y encendidos.
Con su lengua morada recorrió sus propios labios lastimados, se lamió y chupó, se emborrachó de saliva, se atragantó y escupió sobre ella su baba tóxica y helada.
Ella contempló su transformación con admiración, ese fenómeno que se reproducía, casi exactamente igual, noche tras noche y que nunca dejó de asombrarla e hipnotizarla.
Se embadurnó con esa ofrenda, untó su cuerpo de él, alzando su pulso, violentando su percepción, exacerbando su excitación.
Él separó sus labios, su boca gigante comenzó a expandirse por toda la cara, su cara que se tranformaba en esa boca con dientes filosos, grises y enormes. La baba corría entre los dientes y caía sobre la lengua de ella que se relamió y tragó con ganas y ansiedad, mientras se sentía humedecer, mojar, chorrear, empapar.
Le arrancó de a pedazos la piel, la carne, los órganos y los devoró entre gruñidos; ella gritó, gimió y se retorció pidiendo más. Un líquido pegajozo salió de alguna de sus heridas, un líquido turbio que se coló entre las sábanas hasta tocarlo, envolverlo y acercarlo. Su piel comenzó a quemarse, a fundirse con la de ella; los dos gritaron, se tiraron del pelo, sangraron, se odiaron y acabaron.
Se humanizaron.


· Julieta Ceballos
Princesa Roja

lunes, 26 de octubre de 2009

La flor de tus heridas

Dibujo formas en mi mente, con mi imaginación,
formas que me remiten una y otra vez a mi última noche con vos.

Me gusta decorar los recuerdos con colores y frases que jamás dijimos,
siempre lo hago: firuletes, campanas y algunas palabras,
pero esta vez no me hace falta,
esta vez intento agregar algo más y no tengo qué.

Miro tus ojos y veo tanto en vos que sé que nadie más ve,
y no te digo nada, te gusta creer que todavía no te descifré,
que aún no llegué a averiguar más de lo que querés contarme.
Se te escapa un te quiero, se te escapan algunos besos que no debieron ser,
se te escapan promesas que confío que vas a cumplir...
Y a mi se me escapa el alma
en esos momento en que siento que te tengo.

Moldeo una ilusión que me mantenga aferrada a esa noche
y la cargo en la mochila llena de esperanzas
que llevo desde el día que me di cuenta que estaba enamorándome de vos.

A veces hasta siento que puedo saborearte como mío,
que al fin llegó el momento;
estiro los brazos y cuando estoy por tocarte,
cuando alcanzo a rozar tu piel,
te desvanecés en el aire, llevandote con vos toda mi felicidad.

Abro los ojos y te veo durmiendo,
soñando, tal vez conmigo, posiblemente no.
Aún esta tu mano aferrada entre mis piernas,
aún mi brazo rodea tu cabeza y mis dedos se entrelazan en tu pelo...

Así estaremos hasta que despiertes,
hasta que el hechizo termine y olvides todo lo que llegaste a sentir horas antes,
todo lo que dejaste fluír sin miedos, sin reproches, sin problemas.
Hasta que despiertes y cierres con doble candado tu corazón,
y eches las llaves al mar de mi desesperación.


· Julieta Ceballos
Princesa Roja

domingo, 25 de octubre de 2009

sábado, 24 de octubre de 2009

Va a estar buenísimo Buenos Aires

Una noche húmeda en Balvanera. Alguien, en la televisión que grita desde la habitación de al lado, anuncia más de 30 grados de sensación térmica, los ventiladores no dan a basto y por la ventana de aquel dormitorio del primer piso no entra ni una brisa.

Ahí está ella, con el pelo enrulado cayéndole sobre la cara, las piernas cruzadas y su mirada perdida en algún punto de la pared; sentada en la cama sobre aquel colchón viejo, rodeada de bolsas, una mochila, alguna cartera, un cuadro, una lámpara de pie y una nena... Una nena que no habla, que contempla en silencio las estrellas que se asoman entre las cortinas, las cuenta, las une en su mente dibujando conejos y flores; una nena que no sabe, que no entiende, que solo percibe, que tiene miedo y no sabe a qué.

Después de un rato (¿una hora? ¿un día? ¿una vida?) en silencio, ambas parecen salir del trance, se ponen en marcha, recogen las pocas pertenencias que les quedan en el piso, en el placard, guardan, apilan, cierran y se cargan mochilas y bolsas sobre los hombros.
Y salen.

La televisión de al lado ahora habla de algunas celebridades jolibudenses, y desde el fondo del pasillo se adivina un tango entonado por una radio vieja que cuelga del picaporte de la puerta de madera y vidrio, la puerta de la habitación en la que vivían dos hermanos artesanos, hasta hace algunas horas.

La nena agarra del brazo a su hermana que, haciendo algunos malabares entre tantas cosas, la toma de la mano, la mira y le sonríe. La sonrisa le duele en la cara, pero aún así sonríe.
Caminan algunos metros y comienzan a bajar las escaleras de madera.

Un golpe. Un grito. Muchos gritos.
Un grito que silencia todos los gritos, que da ordenes y amenaza.

Terminan de bajar las escaleras, la nena se esconde atrás de su hermana.

Ahí están ellos, entrando a las habitaciones, empujando a quien se cruce, abriéndose paso entre los bolsos, entre los nenes que lloran... Y, entre insultos, se los escucha dar algunas ¿explicaciones?... que necesitan el lugar, que las ordenes vienen de arriba, que el juez, que noséquién noséqué...
Y que si vuelven, los matan.

En media hora la vereda se llena de muebles, colchones, bolsos y personas con los ojos vidriosos, con el miedo y la adrenalina viajando por sus venas, con la desesperanza a flor de piel.

Misión cumplida. Un desalojo más. Más familias sin hogar en medio de la noche.
Aplausos para vos, Mauricio!



Gracias a mi compañero de aventuras, por ser mis ojos en esa escena.


· Julieta Ceballos
Princesa Roja

viernes, 23 de octubre de 2009

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¿Las llaves de la libertad estan por ahí?

jueves, 22 de octubre de 2009

Mil Palabras

One Love

Te miro y me enamoro de tu color.
Te observo y admiro tus perfectas imperfecciones.
Te toco y me encanta tu consistencia, tu rasposidad.
Te aprieto y amo cómo te deshaces entre mis manos.
Te huelo y te deseo con locura.
Te envuelvo y me excitás, me estremece tu forma.
Te enciendo y adoro cómo me penetrás con furia.
Te tengo dentro de mí y sólo siento paz...

Gracias a la vida, a la tierra madre, al sol, por tanto amor...
Ganjah.




Extrañaba tanto sentirme así...

· Julieta Ceballos
Princesa Roja

martes, 20 de octubre de 2009

Tema de Pototo

Para saber como es la soledad
tendrás que ver que a tu lado no está
quien nunca a ti te dejaba pensar
en donde estaba el bien,
en donde la maldad.
La soledad es un amigo que no está
es su palabra que no ves llegar igual.
Si es que sus sueños son luces en torno a ti
tu te das cuenta que él ya nunca ha de morir,
nunca ha de morir.
Al observar como muere la flor
tu verás que también muere la paz
es que esa paz revivirá en su voz
la flor te la dará para plantarla igual.
La soledad es un amigo que no está
es su palabra que no ves llegar igual.
Si es que sus sueños son luces en torno a ti
tu te das cuenta que él ya nunca ha de morir,
nunca ha de morir.

Edelmiro Molinari, Luis Alberto Spinetta

lunes, 19 de octubre de 2009

Nos tienen miedo porque no tenemos miedo

La avenida, que cruza Buenos Aires de punta a punta, es el escenario.

Ahí están ellos otra vez, sentados en el escalón de la vereda con una cerveza que pasa de mano en mano; algunos en la plaza de enfrente discutiendo, debatiendo; otros parados esperando a los que vendrán, esos que llegan tarde, que quizás se encuentren aún cargando sus mochilas de ilusiones.
También se sabe de aquellos que se incorporarán más adelante en la caminata; y de algunos otros que lo harán más adelante en el tiempo.

Pero ahí están: los que son, los que pueden y como pueden; con el corazón latiendo al compás de los bombos que empezaron a sonar, con la cabeza colmada de pensamientos y proyectos, con la intención de cambiar algo, con la creencia de que se puede cambiar algo.

Conocidos y desconocidos se miran, se reconocen, se entienden y se juntan en medio de la avenida; de repente parecen miles, millones, caminando y cantando.
Algunos sonríen, otros lloran, todos sienten.
La banderas se alzan, rezan nombres, frases, alguien nombra al Che, lo grita... otro dice todo con su remera.
Están los tímidos que se quedan atrás, al final, que miran para todos lados, quizás con miedo, con vergüenza... Son los que logran el equilibrio perfecto con los de adelante, los que llevan la bandera blanca con letras rojas inmensas, los que gritan, los que tienen los pies cansados y viejos, pero la cabeza cada día más lúcida y más joven.

Caminan un par de cuadras, cada uno va encontrando su lugar, acoplándose al ritmo, entendiendo la forma.

Buenos Aires parece silenciosa, sólo se escuchan entre ellos. La gente que camina por la vereda en dirección opuesta los mira, los inspecciona, intenta leer las banderas, sus mochilas, sus remeras, sus mentes...

Los bombos se silencian y ya nadie aplaude, ahora la única música son sus pasos firmes y coordinados sobre el asfalto...
Una mujer que sostiene un cartel y camina con la mirada perdida, despega sus labios y, con la garganta colmada de lágrimas contenidas, grita lo último que puede rompiendo el silencio:

Justicia.


· Julieta Ceballos
Princesa Roja

domingo, 18 de octubre de 2009

Des-encuentro

No era esto lo que habíamos hablado. No era esto lo que me imaginé. Pienso en situaciones ideales, que nunca pasaron, pero en mi cabeza son tan reales que aveces creo que sucedieron. Invento diálogos..las palabras exactas que vas a decir, las respuestas que quiero escuchar, las miradas que necesito tener. Encuentros. Eso! hoy va a ser un encuentro en la calle; yo voy a estar con un vestido de flores con bolsillos y vos me vas a mirar de una forma tal que se me dibuje una sonrisa espontánea en la cara, jamás pensada. Nos vamos a saludar con esos abrazos que quiero que sean eternos, esos que siento que por un momento se congela el tiempo, y nos congelamos nosotros. Nos vamos a separar y mi cuerpo va a sentir un temblor tan interno y a la vez tan evidente, que me voy a poner colorada. Ya sé, no me lo digas. Me lo vas a decir. Me pongo más colorada que antes. Diálogos banales donde lo más importante no son las palabras, sino ese pequeño gesto, esa mirada, ese aire denso que hace que no preste atención a lo que me vas a decír..no me importa, cualquier cosa que me digas va a estar bien. Un perdón. Mil perdones. Unos segundos que nos vamos a mirar, que queremos ser uno entre los dos, unos segundos que van a ser eternos y profundos hasta que el corazón no me dé más. Un abrazo de despedida. Me voy a llevar tu olor en mi cuerpo. Lo voy a retener en mi nariz. Lo voy a oler en mi ropa una y otra vez. CHAU SUERTE. Necesito verlo por última vez. CHAU QUE TE VAYA BIEN; y me doy vuelta mientras lo veo cruzar la calle.

Frida.

viernes, 16 de octubre de 2009

¿Tengo que verte para decirte que no te puedo volver a ver?



· Julieta Ceballos
Princesa Roja

jueves, 15 de octubre de 2009

Charly García

Lágrimas.

Y no hablo de esas tímidas que recorren las mejillas y brillan a la luz del sol, de ésas que se secan rapidamente, que se consumen, que se evaporan, ésas que hacen parecer más cálidos los ojos y la cara más aniñada, más dulce.

No, no hablo de lágrimas inocentes.

Hablo de esas lágrimas que al instante de ser escupidas por los ojos ya se encuentran por toda la cara, de ésas que traen tras de sí una catarata, incontrolable, imparable, esas lágrimas que hinchan los cachetes, enrojecen la nariz y hacen explotar los ojos, ésas que se escurren entre las manos y repentinamente se encuentran en tu boca, en tu pelo y en tu cuello, ésas que quiebran la voz, que no dejan respirar, que no se dejan disimular.
Hablo de esas lágrimas que encuentro en mis ojos, en mis manos, en mi pelo, en mi alma cada vez que te veo.

Hablo de ésas que mis ojos retienen durante meses para ser expulsadas sólo frente a vos, de cara a tu genialidad, estampada contra tu violencia, enamorada de tu perfección, embobada con tu magnificencia, en llamas por tu calor, impresionada por tu voz.



· Julieta Ceballos
Princesa Roja

martes, 13 de octubre de 2009

Espantapájaros (12)

Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden y se entregan.

Oliverio Girondo

lunes, 12 de octubre de 2009

A destiempo

Escribías frases de Bob Marley en las paredes, mientras yo pintaba barriletes en tu mente. Un tango sonaba de fondo, se transformaba lentamente en un rock, en un jazz, en un blues con ponchos y timbales. Movíamos las manos enmarcadas por aquellas sábanas, formabamos perros, cocodrilos y pájaros.
Dormíamos en el piso, bailabamos en el piso, comíamos en el piso, hacíamos temblar ese piso con tus gritos y mis risas.
Te reías y me contagiabas. Llorabas y me contagiabas.
Éramos bebés, adolescentes y viejos, éramos ganas y miedos, éramos el tiempo y la discordia, éramos hippies y punks, éramos uno y a veces mil.

Éramos.


· Julieta Ceballos
Princesa Roja

Reivindicación de la infelicidad

Tengo una extraña sensación de inexistencia. A veces no existo. O no quiero existir. Me siento, la gente camina con sus sonrisas impuestas y su actitud tan relajada como artificial. Los veo como en una vidriera interminable, en la que en el TODO distinguís la NADA. Esa NADA que la gente busca como remedio de su infelicidad. ¿Tan difícil es ser infeliz?. la felicidad es una fácil salida de emergencia, un escape de la mediocridad y la rutina sin retorno. El desafío es ser infeliz. Es sostener ese ínfimo momento en que la infelicidad resulta placentera. Ese momento antes de creer que ya no se puede caer más bajo; que el llorar es un alivio pasajero y redundante. Por qué la infelicidad está tan subestimada si, a la larga, ocupa la mayor parte de nuestras vidas?. Rechazarla es renunciar a emociones profundamente movilizadoras, emociones que sirven para mirar el TODO, y sentirte en una NADA desolada y agobiante.
Frida.



domingo, 11 de octubre de 2009

El Cuervo



Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse,
nunca más.


Edgar Allan Poe

sábado, 10 de octubre de 2009

Qué hora es en el paraíso?

Llegué a mi casa, sola, después de caminar esas -inmensas e interminables- diez cuadras, en zig zag, cambiando eternamente la dirección, el eje, el fin.
Entré pensando solo en sacarme la ropa, escuchar a Pink Floyd y quedarme dormida, al fin dormida; dormida la mente, dormida la piel, dormido el corazón y el alma.

En el piso del comedor quedaron el pantalón y la remera pintada a mano con tanto esmero, con tanto tiempo, con tanta dedicación para terminar así, como todo -pienso...-, arrugada y olvidada en un comedor.

Mientras llegaba a mi habitación, después de atravesar el largo pasillo a oscuras, terminé de sacarme la poca ropa que me quedaba. Abrí el placard, con la intensión de encontrar aquella remera negra, nacida hace más de diez años, aquella remera-trapo-piyama, con banderas en blanco y un PR grabado en la espalda.
Pero antes encontré esa remera, tu remera, nuestra remera... Verde, colgando de la tercera o cuarta percha de mi armario, pegada a una remera azul, azul marino, azul alegría... tan azul... que también hace mucho que no uso, que no miro, que no recuerdo...

Firme, esperándome, estaba tu remera; me la puse y me miré al espejo... Ahí estaba yo, la yo que soy de verdad, la yo que soy cuando te quiero, cuando te extraño, cuando estás al lado mío.

La yo que soñaste, la yo que quisiste querer... y no pudiste.



· Julieta Ceballos
Princesa Roja

viernes, 9 de octubre de 2009

Tiempo Congelado

Tengo que romper el hielo. El cliché de la hoja en blanco es real, es un pánico pasajero, es un puntapié para que al toque te salgan todas las palabras juntas y desordenadas. Es como esos silencios que de afuera parecen momentos en que todo se congela, pero por adentro la cabeza lo que menos hace es hacer silencio. Miles de pensamientos que se van hilando con otros terminan en un laberinto sin salida. Esa voz que habla de dónde viene? tengo que hacer lo que dice o decir lo que hace?. Silencios que parecen interminables, en los que se congela el tiempo y no hacen otra cosa que pensar en lo que pueden decir, pero no lo dicen. Silencios en los que no se quieren mirar, hasta que a los dos les salen las palabras al mismo tiempo. No dicen lo que sienten, pero el silencio se esfumó en el aire..y en sus cabezas.

Frida.

jueves, 8 de octubre de 2009

# 1

Un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras;
a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas.

Ernesto Sábato