Cansa la forma, la conducta, la responsabilidad, el peso de ser como se supone que debés. Cansa saberte igual a tantos y diferente al resto, los rótulos, las etiquetas, los melodramas, la histeria colectiva y la histeria individual... Y la histeria de a dos, de a grupos, por sectores, bajo un lema, con una bandera o sin identidad. Cansa la competencia, la carrera y la velocidad. Cansa verse al espejo tan igual todos los días con esta pequeña mente que no nos deja reconocer los pequeños cambios diarios hasta que un día te mirás y tenés diez años más que en aquella foto que colgaste en la pared y con la que, hasta ayer, te sentías tan identificado. Cansa saber que la vida sigue igual, que no importa qué tan lejos viajes, ni qué tanto te anules o te seden, todo sigue ahí, el curso de tu vida como un río con un único destino y sin ramificaciones. Cansa la misma cama todos los días y cansan las camas desconocidas con seres extraños revoloteando alrededor. Cansan los mismo tatuajes bajo la piel, la misma canción en el aire, el mismo techo al abrir los ojos, el mismo desayuno, la maldita rutina que te consume y te plantea rebelarte todos los días, y sin embargo ahí estás, caminando por la avenida sin mirar nada y viendo todo, con los mismos problemas que siempre y con las mismas soluciones que te aburren y te encasillan, te encierran y te asfixian.
· Julieta Ceballos
Princesa Roja
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